YAMIL DORA
8
habría
que saber matar
en
seco cualquier diciembre
dejar
crecer el silencio
pegar
un salto hacia abril
si
tuviese enfrente algún dios
y
con él hablara sentado
le
haría oler un enero
su
horrible olor a morir
22
veo
un hombre solo
que
va
camino
del cementerio
no
lleva flores
ni
pan
el
vino lo lleva adentro
quien
vio morir
quien
ha visto
la
muerte no tiene dueño
quien
vio besar esos labios
quien
hizo de un río el fuego
veo
un hombre solo
que
va
un
hombre solo sin dueño
un
barco lo espera
y
el mar
la
muerte la lleva adentro
34
mi
abuelo vivía en Homs
Siria
cinco
litros de sangre vinieron en barco
vengo
de ahí
de
las calles de Homs que caminaban
mi
abuelo
mi
abuela
nunca
me sentí menos que otro hombre
ni
más que otro hombre
siempre
me sentí menos que un niño
un
hombre que muere en Homs
puedo
ser yo
un
niño que muere
mi
hijo
un
anciano
mi
abuelo
de
Homs a Casilda
hay
mucho que andar
mi
abuelo
se
llamaba Wasfi
mi
mamá me puso Yamil
para
que no me olvide
para
que todos sepan
del
lugar donde vengo
38
a
mi abuela Lalá
podaron
el árbol
que
a vos te gustaba
se
acerca el verano
y
tu sombra no está
se
acerca el verano
y
yo sin raíces
me
acerco a tu tumba
y
no sé a quién rezar
45
paso
por alto el dolor
me
levanto cansado
no
puedo dormir
abajo
Lalá
el
Toto
la
Mary
cada
uno dejó
su
rincón
su
secreto guardado
a
mí
todavía
me empujan los vientos
me
lleva el amor
puedo
salir
y
volver
puedo
empezar y llorar como un niño
ese
de arriba
el
que no tiene placa
ni
fecha
ni
nombre
ese
nicho es el mío
Yamil
Dora (Casilda, Santa Fe, 1971), Un hombre
encima del mar. Ediciones Del Dock. Buenos
Aires. 2015.
--
LAURA GARCÍA DEL CASTAÑO
los
demonios del mar
cada
día que asistí
a
la defunción de un hombre o de un atleta
cada
noche que arrojó
mi
vida al fuego o al ensayo
la
desilusión que me arrastró en su oleaje
los
fuegos que estallaron en China
para
ahuyentar a los demonios del mar
tan
semejantes a la detonación de una mujer cercana
el
picaporte gastado
por
un antiguo instinto de huir
el
chofer que anunció los cinco minutos finales
Chopin,
que me acompañó en cada viaje
las
hileras de árboles
que
advertí sólo de regreso
las
tardes que pasé a los seis años
cuidando
esos cachorros
o
las horas que paso aquí
centinela de
lo perdido
han
sido por desandar
por
no ser domesticada
delirar
un salmo
leer
en voz alta algún pronóstico
el
mate que mi padre dejó cargado esa mañana
su
amigo ferroviario
en
el trencito del parque Las Heras
la
desolación que pude ver en sus ojos
ha
sido desandar
ayudar
a no rendirse
subir
al podio que no premia
nadar
tras los demonios del mar
encandilar
a los cachorros de la desolación
los
minutos finales
de
un viaje y los nocturnos
la
hilera de árboles
que
advertí sólo de regreso
el
tren más inofensivo de una vida
en
el verano del 86
el
ferroviario que miraba
sin
llegar más lejos
su
esperanza huyendo
por
esas vías cruciales
el
picaporte que alguien gastó
por
desandar y no ser domesticado
todo
ha sido desandar
y
no ser domesticado
asisto
a la defunción
de
un hombre o de un atleta
ensayo
la detonación
de
una mujer cercana
predico
un nuevo gran pronóstico
hago
estallar los fuegos del mar
para ahuyentar
a los demonios del amor
afuera
aúllan los lobos
salir
de un cuarto deshecho
mientras
afuera aúllan los lobos
andar
con algo menos, como arrancado
ordenar
los poemas
mudar
lo que resta entre nosotros
comprar
peces, cortar el jamón
advertir
una nitidez esclava de lo perdido
rompo
la camiseta que me regalaste
uso
su manga para limpiar los muebles
arruinados
por la obsesión que el tiempo
tiene
con nosotros
queremos
lo que no hay
y
tironeamos de los demás para que ocupen ese traje
¿somos
estadías en la ausencia o somos el rastro?
estas
noches tienen las facciones de lo eterno
soñé
con el infarto de mi mano izquierda
soñé
con el techo de ese hotel
reflejando
nuestra fiebre
te
abrías como una flor carnívora
adentro
raspabas
como
las uñas de un muerto
soñé
que el dolor tenía la profundidad de un pozo
donde
se ahogaba alguien llamado Oscar
desperté
escribí
la palabra llave
para liberarme
miré
una vez más tus fotos
la
de tus pies
tiene
tal placidez
que
nunca pude advertir que huirías
el
amor nada como un hombre a punto de hundirse
una
miga filosa en la cama nos muerde
algo
peligroso flota en el té
el
calefactor golpea a las arañas pacíficas
dejé
un texto sobre la mesa,
junto
al pan y los remedios
hay
algo en él, a fuerza de ajustar
con
austeridad y encanto
el
centímetro de ruedo que cortar
a
la manga de un saco luminoso
pero
¿qué no corté aquí
qué
vísceras no ajusté
qué
terquedad de telas te vistieron
o
qué sobró en este traje?
¿qué
palabras malditas dijiste anoche
que
en mi estómago la huella de tu pie está ardiendo?
mi
corazón se enciende ante los vientos de agosto
los
vientos de agosto conducen
a
cien kilómetros por hora
arrastran
los incendios
nadie
se da cuenta hasta que el fuego
llega
hasta su casa
llega
hasta el ganado
despierta
a quien dormía
dormía
cuando llegaste
intenté
frenarte con austeridad y encanto
golpearte
como el aire del calefactor
a
las arañas pacíficas
intenté
que te dieras cuenta
pero
todo será igual
yo
saldré y tú habrás vuelto y así estaremos
nadando
de punta a punta en el mismo estanque
hundiéndonos
en la mitad de las conversaciones
sin
poder descansar
ni
secarnos al sol de alguna tregua
sin
poder contemplar la luna ni las costas
ni
la balsa color turquesa
ni
el tiburón aterrado por nuestras disputas
nos
perderemos erráticos y cabizbajos
en
esa última burbuja que escapa
de
lo que al fin acaba
por
ahogarse
a
la altura de tu corazón
que
no estuve a la altura de tu corazón
que
soy un alma oscura marchitándote
que
mi nombre es largo y pretencioso
que
tus labios no venían cansados ni sedientos
apenas
si fui tu primera constelación
el
segundo pecho que has bebido, un oscuro marcapaso
que
no pudimos concebirnos, fecundarnos
que
este amor ha sido armado, intencional
el
nudo en tu pelo rojo
lo
desnucado, lo torcido
que
desteñí tu camisa
rayé
el disco del adagio
que
no te
mostré el mar
con
la rama de espantar los perros
que
todo lo que escribo
es
animal, salvaje y velocísimo
y
que vos te lo has montando
en
mi cara
para
huir
Laura
García Del Castaño (Córdoba, 1979), Los
demonios del mar.
Ediciones Del Dock. Buenos Aires. 2015.
--
DIEGO ROEL
Vía
Lucis
El
que Es Sin defecto y Grande
me
habló a mí, que soy pequeña y triste,
para
que pueda formar en mi mente letras desconocidas,
para
que de mi boca salga un verbo nuevo,
una
expresión más leve, una palabra que atraviese
los
mares y las islas,
que
resuene en los últimos términos de la tierra.
Sí,
yo siempre estuve callada y guardé silencio.
Pero
ahora Tu Voz en mí se expande y multiplica
como
voces de mujer que está de parto,
como
voces de mujer que está muriendo.
Ahora
Tu Voz en mí se expande.
Cuando
pase a través de las aguas del gran Río
no
me anegarán sus corrientes.
Cuando
salte en medio de las llamas
no
me quemaré.
El
que Es Sin defecto y Grande
me
habló a mí, que soy pequeña y triste.
Infancia
Desde
niña escucho Tu Voz.
En
el vientre de mi madre escuchaba los aullidos de los ángeles:
aullidos
de mi voz que eran mi voz de nuevo aullando.
Nunca
se ha cortado ese cordón umbilical.
Svicias
Yo
no soy instruida:
sólo
escribo lo que oigo y veo.
Hablo
de un camino que se abre en el desierto,
de
manantiales de agua en un país extranjero,
de
un hombre con ojos de barro.
Hablo
de Aquél que extendió los cielos
y
fundó la tierra,
del
que cumple siempre sus oráculos.
Sólo
escribo lo que oigo y veo.
Carta
a Gibert de Gembloux
Yo
no puedo escribir como escriben los filósofos.
No
soy docta. Sólo escribo lo que oigo y veo.
Mis
palabras no están pulidas:
son
como una llama centelleante,
son
como nube movida en aire puro.
A
veces veo una luz adentro de la luz
y
de mi memoria es arrancada
toda
tristeza y todo dolor:
hablo,
respiro y me muevo como una niña.
Yo
sólo digo lo que en los secretos celestes aprendí.
Diego
Roel (Temperley, Buenos Aires, 1980), Vía
Lucis.
Ediciones Del Dock. Buenos Aires. 2015.
--
HUGO ZONÁGLEZ
Vampiro
Cuando
caía el sol
nos
gustaba jugar
a
que yo era un vampiro
y
ella
mi
víctima predilecta
debía
deja mi rastro
en
su cuello blanco
tenía
que acecharla
como
un experto cazador nocturno
medir
la temperatura del ambiente
rodear
su perímetro
de
tal manera
que
no tuviera a dónde ir
la
sed
el
principal motor
en
ese estado no-muerto
a
la espera
de
su caudaloso río rojo
aunque
me gustaba más
cuando
ella
me
sorprendía durmiendo
una
entrada tan sigilosa
como
veloz
y
me clavaba
sus
enormes colmillos.
Dr.
Jekyll / Mr. Hyde
Cuando
la sombra más oscura
me
alcanza
en
el momento en que la noche
se
despedaza como un gajo
y
me permite entrar
me
hace sentir
que
soy parte
de
su negrura
los
rasgos
empiezan
a marcarse
el
tono de voz cambia
se
hace fuerte
denso
y
caigo en la única cuestión
¿hasta
dónde seré capaz de llegar?
Guasón
Creo
que estamos destinados
a
hacer esto
una
y otra vez
cada
acción
a
la que le impregno mi huella
es
para llamar tu atención
quiero
saber
quién
sos
de
una vez por todas
lograr
que rompas las ataduras
que
rigen tu oscura vida
ahora
sólo mirame a los ojos
obviemos
las ropas
en
el fondo sabés
no
somos distintos
¿qué
haría yo sin vos
si
simplemente me completás?
te
necesito
como
vos también a mí.
Pernocte
Le
hablo
a
un intercomunicador
pido
una habitación
me
pregunto
si
los anónimos somos nosotros
o
los que están del otro lado
por
un buzón
aparece
una llave con un número
caminamos
por pasillos alfombrados
desodorante
de ambiente
puertas
blancas numeradas
todo
parece estéril
quizás
la
entrada a cualquier mundo
sea
de esta manera
abro
la puerta
con
un pequeño empujón
las
luces rojas
bañan
cada mueble
la
cama parece
una
bolsa de cuero
rellena
de agua
con
cada movimiento
hace
un sonido
como
si también
tratara
de devorarnos
los
espejos partidos
divididos
en lugares
que
nunca hubiese imaginado
me
siento como si fuera
Conan
el Bárbaro
solo
encerrado
en una cueva
con
un monstruo intocable
que
se desvanece
al
querer atravesarlo con la espada
a
lo mejor
debería
romper los espejos
para
que esta noche
no
haya monstruos.
Hugo
Zonáglez (Buenos Aires, 1985), Días
perfectos.
Ediciones Del Dock. Buenos Aires. 2015.