Sandra
Pasquini (La Tana) nació en Rosario donde cursó la carrera de
Abogacía. Ha escrito diversos artículos para publicaciones
extranjeras y en nuestro país para un semanario político de
izquierda. Participó junto a otros escritores inéditos difundiendo
y publicando libros entre los años 1998 a 2000 en un proyecto de
literatura itinerante de edición amanuense y artesanal llamado
“Quipus” , proyecto único en su tipo, que no ha vuelto a
repetirse. Publicó en 2001 “Otro sol”, edición de autor, en lo
que fuera un trabajo de mínima tirada experimental; en 2007 “Compás
de espera”, editorial UNR; en 2014 “A mansalva ”, editorial
Textos intrusos; tiene dos libros de poemas inéditos y otro de
próxima aparición.
Caigo
desnuda
de
su boca
tumbada
sobre el rastrojo de mis muertos
animales
que cortan el aire de tu aliento
vienen
en la noche
cuando
las lámparas apagan su destello
pueden
tornar sobre la herida
reiterar
perpetuamente el tajo
para
decir el hambre con los ojos
el
coagulo negro que oscurece la pupila
el
deseo invertebrado lamiendo las costillas
todos
los nombres se repiten
el
tuyo siempre amortajado
el
lecho extinto de algún río
el
contrapunto de tus labios
volver
así sobre los pasos
a
instancia del vacío
ahora
que otra voz nombra todo lo acabado.
*
¿Cómo
entra la muerte así por la ventana?
con
su pulmón de fango
degollando
la madrugada
con
su avidez de tragaluz
con
el hijo amortajado colgando entre las piernas
ahora
viene
de
Agosto imperturbable
avanza
con
un ramo de fuego sobre el pecho
con
su medio cuerpo de loba
desbaratada
enciende
las quemaduras de la noche
finge
ceguera de cíclope
guarecida
en tu osamenta
escarba
palabras para decir el ataúd que te nombra
enardecida
abandona
tu rostro en los espejos.
*
Soy
el lobo hambriento de Mankell
tras
tu rastro de sangre en la nieve
una
marca incierta al filo de la muerte
un
fragor nocturno gastando el cuerpo
en
la helada fiebre
los
ojos vacíos del muerto en el espejo
el
hueso roto de par en par bajo la carne
un
destello apenas
un
obús dentro del pecho
el
desaliento infinito anclado a las costillas
supliciada
por las horas
atravieso
abierta la madrugada
con
un estilete bajo la lengua.
*
Te
veo apareciendo
fulgurado
-remoto
destellando-
flores
de cerezo caen de tu pelo
cuando
la noche entera se preña de tu cuerpo
y
estallas
contra
la barda corroída de mis huesos
en
la afiebrada oscuridad de los desiertos
y
nuestras bocas
dos
inmensas flores negras en sus tumbas
dos
oquedades eternamente abiertas
a
instancia plena de la furia
fustigan
la carne de lo amado
y
profanan sin piedad el amor bajo la lengua.
*
Encendías
la memoria como una última lámpara
robabas palabras en jardines
robabas palabras en jardines
donde
la perduración era más que un rito
el criminal huidizo de los sueños
copiabas uno a uno los rastros del fulgor sobre la escarcha
el único canto aferrado a la noche
el criminal huidizo de los sueños
copiabas uno a uno los rastros del fulgor sobre la escarcha
el único canto aferrado a la noche
entre
los dedos temblorosos de la muerte
desordenabas el camino hasta mi cuerpo
desordenabas el camino hasta mi cuerpo
en
un lenguaje imprevisible
desobedecías la remota fe
desobedecías la remota fe
en
los terraplenes
donde
se desbarata el amor por menos que la vida
repartías jirones de alma
repartías jirones de alma
como
sorbos de luz entre los muertos
alguna que otra madrugada.
alguna que otra madrugada.
*
Debajo
del vestido
llevo
apretadas las siete letras de tu nombre
igual que se lleva a un muerto
igual que se lleva a un muerto
bajo
el peso agobiante de Febrero
te llevo anclado a la cadera
ungida tu frente con mis sales
con mi sed remota
en mi boca se agita un animal oscuro
un presagio impostado en la voz.
regurgito las palabras sobre la mesa
no se pronunciar el nombre de los días
me quedo dormida sobre los huesos de tu pecho
y sueño que han matado a alguien igual a vos
te llevo anclado a la cadera
ungida tu frente con mis sales
con mi sed remota
en mi boca se agita un animal oscuro
un presagio impostado en la voz.
regurgito las palabras sobre la mesa
no se pronunciar el nombre de los días
me quedo dormida sobre los huesos de tu pecho
y sueño que han matado a alguien igual a vos
en
un oscuro cuarto de hotel
me despierto creyendo
me despierto creyendo
que
son tus manos
las
manos del muerto en mi pelo
presiento tus dedos bajo mi falda
como se presiente al ladrón
presiento tus dedos bajo mi falda
como se presiente al ladrón
en
la oscuridad agazapado
la carne se abisma sin respuesta
los animales del miedo mastican pedazos míos
y afuera todo lo que llueve
la carne se abisma sin respuesta
los animales del miedo mastican pedazos míos
y afuera todo lo que llueve
es
tu voz
contra
los cristales de la casa.
*
Este
ejercicio de nombrarte
cuando
el olvido se acerca peligrosamente a los filos
me
está cortando la lengua.
*
Empujábamos
la muerte
con falsa distracción
con impostada alegría
con falsa distracción
con impostada alegría
algunas
noches
comíamos
mendrugos del amor perdido
engañando al tiempo
escondidos
engañando al tiempo
escondidos
detrás
de algún encantamiento
cortábamos las bocas en idénticas mitades
con besos filosos como cuchillos
y arrojábamos certidumbres al fuego
sólo manchas de luz
alguna leve transmutación
cortábamos las bocas en idénticas mitades
con besos filosos como cuchillos
y arrojábamos certidumbres al fuego
sólo manchas de luz
alguna leve transmutación
retazos
de un odio primitivo
desesperados
con obsesión
empujábamos la muerte algunas noches
como un aplazamiento de la herida.
con obsesión
empujábamos la muerte algunas noches
como un aplazamiento de la herida.
*
Son
más de las cuatro
estoy
aquí
buscando
una alternativa
a
la absurda obstinación del lenguaje
pienso
en tus sospechadas sombras
en
cada uno de tus disfraces
en
esa carcajada frágil
a
punto de hundirse en el atardecer
tengo
el paladar lastimado
de
tanto chocar con las palabras
estoy
aquí
recontando
las formas que inventa el silencio
con
esta certidumbre dibujada a lápiz
en
unos minutos más
va
a sobrevenir el hartazgo de pensarte
y
voy a trazar un círculo pequeño
con
mi dedo índice sobre el papel
para
encerrar las siete letras
que
dicen tu nombre
y
sigilosa
impune
y
deliberadamente
aplastarlas
contra el olvido.
*
Aferrada
a la espalda de la muerte
con la palabra en pedazos
cruzo la noche
me incrimino en sus ausencias
ejerzo con furia mi destino de desesperada.
con la palabra en pedazos
cruzo la noche
me incrimino en sus ausencias
ejerzo con furia mi destino de desesperada.
Del libro "A mansalva"
Gracias por compartir, Sandra, tu cuidada e intensa poesía!!
ResponderBorrarGracias por compartir, Sandra, tu cuidada e intensa poesía!!
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