Nací en Buenos
Aires en 1958; de la fecha no me quejo, pero del lugar inmediatamente
me sentí arrepentido. Para ser bibliotecario, tuve que ser antes
librero, y antes comerciante y antes artesano y mucho antes Maestro
Mayor de Obras. Con esos oficios me gané la vida; escribiendo, la
sentí un poco más cálida y luminosa.
Publiqué un
libro de poemas, Los otros cómo juegan (A Capella, 1995) y me
publicaron una novela infantil, Por la ventana de Sol (Libresa, 2001)
y un libro de relatos brevísimos, El hilo del engaño (Alción,
2014). Estos poemas están inéditos aunque tienen ya algunos
cumpleaños encima.
Mayo de 2010
recuerdo una vez
en un viejo país
a un cachorro con
sombra en el bigote
dando vueltas al
obelisco
y a las niñas con
sus formas recientes
la noche era una
puta repentinamente disponible
imaginábamos la
vida como un género sin uso
en uno de cuyos
pliegues los reyes lloraban
y nosotros
sobrevivíamos sin dinero
luego llovió
interminablemente
cada breve aparición
del sol nos mostraba
pedazos de maderas
en la orilla
las cuentas no
cerraban
siempre eran menos
las balsas que nosotros
y por momentos no
pareció haber
sino naufragios
sobre las notas de nuestras canciones
cada uno de nosotros
sabe
qué velas con qué
fuegos cuánto tiempo
qué oraciones sin
credo qué corajes
qué votos puso para
que cuarenta años después
bajo el techo de una
pródiga noche
multiplicada la
manada alrededor del obelisco
la vieja canción se
hiciera viento cierto
soplo sobre los
ardores de las llagas
tornado sobre la
línea de los reyes
hilos entre las
manos de casi todos
Malabares
alguien da pelea
entre dos luces
verdes
entre dos
direcciones
entre dos tiempos
inciertamente valorados
nadie regala una
moneda porque sí
porque si fuera un
rostro de dolor impostado
o una muleta
verdadera o falsa
o un violín rumano
o los restos de una
esponja sobre el vidrio
nadie paga para
llevarse nada
alguien tiene una
luz de fuego
y cree que es algo
tres malabares en el
aire
allí van
una semilla verde
una semilla seca
una semilla hiriente
han dibujado sus
estelas en la tarde
de nadie a nadie se
extiende una moneda
alguien se lleva
algo en su palma vacía
(¿una sonrisa en la
noche reciente?)
(¿un fiel débil
que se yergue vertical?)
el mínimo comercio
es campo de batalla
y un susurro de
amantes
(copulando en
tiempos de luces amarillas)
cuya canción de
semen
suena en los días
de la supervivencia
ellos no lo saben
malabares de fuego
por delante de las
luces rojas
Mi amigo negro
tengo un amigo negro
que huele a sábanas y relata turbulencias marinas
tiene andar de
barcos y manos de reptil
organiza el aire de
mi casa en un instante
mi amigo negro es
una fiesta y una máscara
yo le digo que sus
caderas (que se mueven cuando su boca habla)
lo han despedido
que él ya no está
por aquí
sino en alguna
banquina de un paraje perdido
él se vanagloria de
su pasado monárquico
dice pertenecer a
una dinastía del congo
yo le digo que toda
monarquía es igual a la cabeza de luis xvi
entonces cambia de
conversación y se quita los zapatos.
las tumbadoras
estallan en su boca
y bailamos en casa
como figuras rupestres
mis hijos nos
contemplan con una sonrisa
-tu amigo negro –me
dicen cuando la tarde es aburrida
y trae a sus bocas
cualquier proposición
yo les explico que
se trata de uno de los apóstoles
y que deberían
mirarlo con cierta devoción
mi amigo negro ya
está invitado a la última cena
Los monos del zoo
en el zoo hay un
lago
en el lago, una isla
en la isla, monos
pequeños monitos
para la observación
comen bananas
se masturban
suenan como a
risitas
pasan largos ratos
colgados de los caños
los han entrenado
profesores de heráldica
ingenieros de
grabación
sexólogos
han sembrado en sus
cabezas piojos eléctricos
en sus cuerpos,
camisones a rayas
en sus manos,
navajas
aprenden pronto
(la evolución
genética y esas cosas)
a ser monos del
zoológico
no hay escuela que
no acerque a sus niños
una vez, al menos,
por allí
algunas lo hacen
todas las semanas
los alumnos, de
regreso a las aulas
escriben
composiciones que
invariablemente
contienen la
siguiente descripción:
los monitos hacían
pis por los ojos
y llenaban el lago
con manchas amarillas
y el sol brillaba en
esas manchas
tan fuerte tan
fuerte
que uno se quedaba
ciego
invariablemente
los maestros
observan este párrafo
como un exceso de
fantasía infantil
proponen cambios del
tipo:
los monitos han
aprendido pronto
a divertirnos con
sus juegos
siempre inocentes
siempre con una
pizca de alegre travesura
entre la convención
y la inconvención
los monos navegan
las aguas verdes
inconveniente mente
según puntos de
vista
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