jueves, 5 de mayo de 2016

Raúl Tamargo

Nací en Buenos Aires en 1958; de la fecha no me quejo, pero del lugar inmediatamente me sentí arrepentido. Para ser bibliotecario, tuve que ser antes librero, y antes comerciante y antes artesano y mucho antes Maestro Mayor de Obras. Con esos oficios me gané la vida; escribiendo, la sentí un poco más cálida y luminosa.
Publiqué un libro de poemas, Los otros cómo juegan (A Capella, 1995) y me publicaron una novela infantil, Por la ventana de Sol (Libresa, 2001) y un libro de relatos brevísimos, El hilo del engaño (Alción, 2014). Estos poemas están inéditos aunque tienen ya algunos cumpleaños encima.



























Mayo de 2010



recuerdo una vez
en un viejo país
a un cachorro con sombra en el bigote
dando vueltas al obelisco
y a las niñas con sus formas recientes
la noche era una puta repentinamente disponible
imaginábamos la vida como un género sin uso
en uno de cuyos pliegues los reyes lloraban
y nosotros sobrevivíamos sin dinero
luego llovió interminablemente
cada breve aparición del sol nos mostraba
pedazos de maderas en la orilla
las cuentas no cerraban
siempre eran menos las balsas que nosotros
y por momentos no pareció haber
sino naufragios sobre las notas de nuestras canciones
cada uno de nosotros sabe
qué velas con qué fuegos cuánto tiempo
qué oraciones sin credo qué corajes
qué votos puso para que cuarenta años después
bajo el techo de una pródiga noche
multiplicada la manada alrededor del obelisco
la vieja canción se hiciera viento cierto
soplo sobre los ardores de las llagas
tornado sobre la línea de los reyes
hilos entre las manos de casi todos



Malabares



alguien da pelea
entre dos luces verdes
entre dos direcciones
entre dos tiempos inciertamente valorados
nadie regala una moneda porque sí
porque si fuera un rostro de dolor impostado
o una muleta verdadera o falsa
o un violín rumano
o los restos de una esponja sobre el vidrio
nadie paga para llevarse nada
alguien tiene una luz de fuego
y cree que es algo
tres malabares en el aire
allí van
una semilla verde
una semilla seca
una semilla hiriente
han dibujado sus estelas en la tarde
de nadie a nadie se extiende una moneda
alguien se lleva algo en su palma vacía
(¿una sonrisa en la noche reciente?)
(¿un fiel débil que se yergue vertical?)
el mínimo comercio es campo de batalla
y un susurro de amantes
(copulando en tiempos de luces amarillas)
cuya canción de semen
suena en los días de la supervivencia
ellos no lo saben
malabares de fuego
por delante de las luces rojas



Mi amigo negro



tengo un amigo negro que huele a sábanas y relata turbulencias marinas
tiene andar de barcos y manos de reptil
organiza el aire de mi casa en un instante
mi amigo negro es una fiesta y una máscara
yo le digo que sus caderas (que se mueven cuando su boca habla)
lo han despedido
que él ya no está por aquí
sino en alguna banquina de un paraje perdido
él se vanagloria de su pasado monárquico
dice pertenecer a una dinastía del congo
yo le digo que toda monarquía es igual a la cabeza de luis xvi
entonces cambia de conversación y se quita los zapatos.
las tumbadoras estallan en su boca
y bailamos en casa como figuras rupestres
mis hijos nos contemplan con una sonrisa
-tu amigo negro –me dicen cuando la tarde es aburrida
y trae a sus bocas cualquier proposición
yo les explico que se trata de uno de los apóstoles
y que deberían mirarlo con cierta devoción
mi amigo negro ya está invitado a la última cena



Los monos del zoo



en el zoo hay un lago
en el lago, una isla
en la isla, monos
pequeños monitos para la observación
comen bananas
se masturban
suenan como a risitas
pasan largos ratos colgados de los caños
los han entrenado profesores de heráldica
ingenieros de grabación
sexólogos
han sembrado en sus cabezas piojos eléctricos
en sus cuerpos, camisones a rayas
en sus manos, navajas
aprenden pronto
(la evolución genética y esas cosas)
a ser monos del zoológico
no hay escuela que no acerque a sus niños
una vez, al menos, por allí
algunas lo hacen todas las semanas
los alumnos, de regreso a las aulas
escriben composiciones que
invariablemente
contienen la siguiente descripción:
los monitos hacían pis por los ojos
y llenaban el lago con manchas amarillas
y el sol brillaba en esas manchas
tan fuerte tan fuerte
que uno se quedaba ciego
invariablemente
los maestros observan este párrafo
como un exceso de fantasía infantil
proponen cambios del tipo:
los monitos han aprendido pronto
a divertirnos con sus juegos
siempre inocentes
siempre con una pizca de alegre travesura
entre la convención y la inconvención
los monos navegan las aguas verdes
inconveniente mente
según puntos de vista

















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